Era adolescente y me gustaba tomarles fotos a mis amigos en distintos lugares de mi ciudad. De esas fotos salieron exposiciones y el deseo definitivo de estudiar foto, así que me fui a la capital porque en el sur no existía algo parecido. Al principio no tenía dinero para una cámara digital, entonces hacía todos mis deberes en análogo. Pero luego me fascinó tanto, que ya no podía hacer editoriales de moda en digital. No eran editoriales convencionales: mi estrategia era configurar escenarios cinematográficos con personajes poco comunes, en vez de centrarme en la marca. Esto me llevó a publicar en revistas de prestigio y también a trabajar en uno de los estudios de fotografía más importantes de Latinoamérica, creando campañas y fotografiando a distintos músicos de discográficas como Universal UK y de Chile o Sony España y US, y a trabajar en videos musicales. Además de hacer editoriales y publicidad, también considero la dimensión de la fotografía como objeto único y tangible. En Nueva York, me especialicé en técnicas como colodión húmedo, cianotipia y papel salado.
Hoy, mi vida profesional fusiona todo lo que mencioné: hago editoriales en analógico con amigos, trabajo con músicos, videos para RRSS, estudio nuevas técnicas y disciplinas que hacen que la fotografía sea un objeto único.
Ah. Y casi lo olvidaba. Ahora vivo en Madrid, mi ciudad favorita, a más de diez mil kilómetros del sur en el que nací.
Parto con una distancia. Nací en 1989, en el sur de Chile, a casi 500 kilómetros de la capital. En un país tan centralista, vivir en provincia no es fácil, pero tuve una pequeña (o gran) suerte: mis padres trabajaban en una agencia de publicidad y me tocaba acompañarlos seguido. La fotografía me parecía casi magia. Veía el esbozo de una maqueta que terminaba en la existencia de un cartel impreso en la calle. Luego decidí empezar yo.